Por muchas vías podrían encontrarse el NO con que los colombianos rechazaron el domingo el Acuerdo de Paz firmado entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC y el Revocatorio que los venezolanos se disponen a aplicarle este año al gobierno de Nicolás Maduro.

      Para empezar, se trata del esfuerzo de dos oposiciones, la del Centro Democrático que lidera, Álvaro Uribe y la de una coalición de partidos agrupados en torno a la MUD; enfrentadas a dos gobiernos fuertes y autoritarios, el de Santos y Maduro que, aunque exhiben marcadas diferencias en cuanto a sus modelos, son capaces de echar mano a todo tipo de abusos para derrotar a sus adversarios que llaman “enemigos”.

     En Colombia, Santos, no se detuvo en controlar casi todos los medios de comunicación para que los partidarios del NO minimizaron sus contactos con los electores; y en Venezuela, desde que Maduro accedió al poder, compró compulsivamente el 90 por ciento de los medios independientes para que, los representantes de la MUD fueran invitados a periódicos, radios y televisoras, pero por cuenta gotas.

  Santos también manipuló a su antojo la Ley Electoral colombiana, como sucedió al fijar un “umbral de votantes” del 13 por ciento para hacer válido el plebiscito  (cota que lo favorecía);  y en Venezuela, Maduro, ha movilizado a un Poder Electoral (el CNE)  que le es afecto, para ponerles trabas al Revocatorio,  evitar que se realice este año, pasarlo al próximo y así dejar de sucesor al vicepresidente que sería más  “madurista” que su antecesor.

  Sin embargo, con tantas desventajas y venciendo triquiñuelas, abusos y argucias, los colombianos derrotaron el domingo a Santos y las FARC y le dieron otro giro al Acuerdo de Paz, a la política y la historia de los neogranadinos.

  La gran pregunta es: ¿podrán hacerlo también los venezolanos, cuando, durante los días 26, 27 y 28 de octubre traten de superar otra de las trabas de Maduro  al Revocatorio y avanzar para realizarlo este año?

  La respuesta a la pregunta podría estar en el análisis de la naturaleza de los gobiernos de Santos y Maduro que, aunque convergen en  su naturaleza autoritaria, divergen en cuanto a sus talantes democráticos, pues, el primero respeta en algo  la independencia de los poderes, y el segundo no.

  Desafío que debe ser el primer elemento o variable a considerar por el sector opositor y la MUD a la hora de trazar la estrategia para terminar produciendo un resultado igual o parecido al del Centro Democrático  en Colombia.

  Y que, en ningún sentido, puede tener un efecto paralizante sino energizante, y que indica extremar las acciones, darles una proyección de mediano o largo plazo y no detenerlas hasta que Maduro sea revocado por la voluntad popular.