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El nuevo Estado
Gran parte de los males de nuestra sociedad provienen de una desastrosa interpretación y aplicación de las leyes, y sobre manera, de las amplias y discrecionales funciones que se asignan a los funcionarios que están al servicio de la administración del Estado.
Uno de ellos corresponde a las ejercidas por el presidente de la república, contenidas en la Constitución Nacional. Entre otras, es jefe de Estado y de Gobierno, comandante general de las fuerzas militares, jefe de la hacienda pública y pare usted de contar.
Para controlar a estos funcionarios, así como a gobernadores, alcaldes, entre otros, se deben adecuar sus funciones y adaptarlas a los nuevos tiempos, donde la ciudadanía ejerza control político-administrativo, de manera colegiada y siempre controlando las dirigencias y liderazgos personalistas, que son la amenaza constante en toda sociedad.
No olvidemos que el mando, su vertical jerarquía de poder, se conserva en la memoria del venezolano, desde hace poco más de 350 años, con el legendario capitán general, quien era el adelantado del rey en estas tierras, y éste a su vez, era el representante del mismísimo Dios en la tierra. Eso aún se conserva en los símbolos y la actitud desmedida y arbitraria, cuando se ha ejercido el gobierno en nuestra sociedad.
El control ciudadano sobre los grupos, partidos políticos, dirigentes y líderes, debe ser constante y riguroso. Esos controles deben revisarse, actualizarse y aplicarse. Desde las credenciales donde sus actores demuestren, en primer lugar, aptitudes mentales para ejercer cargos públicos hasta documentación académica que los muestre como personas profesionales, formados en centros educativos reconocidos por el Estado.
La política y su ejercicio no pueden seguir en manos de ciudadanos sin mayor formación académica ni pedagógica. Los estudios llevados a cabo, desde hace años por especialistas, han concluido que en la gran mayoría de los casos, los liderazgos políticos comportan la experiencia de hombres y mujeres, generalmente con patologías neurológicas severas.
Van desde el narcisismo hasta arrebatos de ira y odio hacia sus semejantes. Por lo tanto, es deber de Estado controlar a estas personas con exámenes neurológicos, psicológicos y psiquiátricos, tanto previo, durante y al culminar una responsabilidad político-administrativa, en cargos de mediano y alto desempeño.
No siempre un político está capacitado para ejercer cargos en áreas tan disímiles, como presidente de una acería, o en un mercado, o cementerio, o en la recaudación de impuestos, o como embajador de la república.
Es como colocar a un ciudadano con título de médico cirujano, al frente del matadero municipal. Esas aberraciones han existido y continúan registrándose en nuestro aconteceder cotidiano.
El Nuevo Estado venezolano tiene que colocar a sus mejores ciudadanos en los sectores donde están capacitados, fundamentalmente por su formación profesional. Los políticos, a la política. Orientación sobre las bases filosóficas, axiológicas de la administración del Estado. Acelerar la voluntad (voluntas) política, pero dejar en los profesionales de las otras área, la capacidad para gerenciar al Nuevo Estado venezolano.
Superar el complejo de inferioridad basado en los ancestrales enemigos externos, la gran mayoría creados por palúdicos líderes con mentalidad militarista. Caudillos desvanecidos en la noche del olvido histórico. Pero que representan atrasado, humillación y dolor para la ciudadanía.
El actual desmembramiento del Estado venezolano, con toda la grave crisis que representa, a su vez comporta una muy oportuna posibilidad de construir (no reconstruir) un país y una entidad político-administrativa, donde el poder, descentralizado, sea ejercido de manera colegiada. Donde los candidatos no sean siempre personas salidas de los grupos o partidos políticos. También desde ONG’s, centros gremiales, sindicales, universitarios, academias, entre otros espacios que permitan una mayor garantía de probidad en el ejercicio del poder público.
No es propuesta idealista esta que ofrecemos. Ya otras sociedades, una vez pasada por experiencias extremas, han diseñado sus nuevos estados y lo han plasmado en sus constituciones, leyes y ordenanzas. Tenemos todavía, y en demasía, ciudadanos formados, capacitados y actualizados para superar esta tragedia humanitaria del socialismo del siglo XXI.
(*) [email protected] TW @camilodeasis IG @camilodeasis1