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Rumbo económico 2017: ¿con o sin ellos?
De inicio, expresamos nuestro ¡reconocimiento! hacia aquellos colegas economistas ortodoxos que actúan conforme a una doctrina (conjunto de ideas cuyo rasgo es la coherencia de sus fines y medios), y que con profundo ejercicio intelectual se “atreven” a formular para el caso venezolano pronósticos (predicción de la evolución de un proceso o de un hecho futuro a partir de criterios lógicos o científicos) y proyecciones económicas (estudios cuantitativos para describir cómo será el crecimiento de una economía en un determinado lapso de tiempo hacia el futuro) asumiendo la existencia de una economía ortodoxa basada en al menos cuatro variables: (1) La asignación de recursos; (2) La producción; (3) La distribución; y (4) El crecimiento económico; a partir de las cuales intentan explicar todos los cambios que ocurrirán en nuestra economía bajo el supuesto que todo se regulará a través del mercado al tiempo de asumir a la economía como una ciencia exacta que facilita emprender cualquier curso de acción con ¡resultados previsibles!
Tan deseable marco analítico no encaja en la Venezuela actual, ya que el “proceso revolucionario” (¿?) es apuntalado por “expertos” que actúan sin respeto al contenido de alguna doctrina sino que combinan medios y fines, sin la debida coherencia, con fundamento en una economía heterodoxa que no tiene ¡ningún principio establecido! para enfrentar las dificultades socioeconómicas y que solo enfatizan en la búsqueda de acciones para “dominar” la motivación del pueblo a la luz de una imprevisibilidad de los actores que emana del marco de una economía que consideran como ciencia social y por tanto la apoyan en interpretaciones subjetivas en relación a la forma como la sociedad debe organizarse para adelantar las etapas de producción, distribución y consumo de mercancías, al extremo de aspirar suplantar el mercado con un “Carnet de la Patria.
Con base en lo señalado, aunado a la manifiesta incompatibilidad entre el socialismo-comunismo y la democracia, ha de resaltarse la obvia dificultad (¿imposibilidad?) de evaluar por pares dos doctrinas que en esencia son diametralmente opuestas: capitalismo—sistema de organización de economía descentralizada caracterizado por la propiedad privada de los medios de producción, al tiempo de regirse por la ley de oferta y demanda utilizando los precios y el mercado como mecanismo de coordinación—y socialismo—sistema de organización social y económica que enarbola por la abolición de la propiedad privada y la socialización de los medios de producción, al punto de concebirlo como un estadio intermedio de transición entre el capitalismo y el comunismo--; hecho que impulsa “retornar” a la histórica confrontación filosófica entre lo propuesto y lo alcanzado de cuya revisión puede surgir una verdad sobre sus méritos al avalarse con hechos concretos y medibles. En lo atinente a nuestro país, dicha “confrontación” se enmarca entre (A) la “mayor suma de felicidad posible” pretendida por el socialismo-comunismo del chavismo-madurismo con un férreo control del proceso productivo para darle “rostro y sentido a la Patria Socialista” mediante un Programa de Gobierno 2013-2019 de transición al socialismo denominado Propuesta del Comandante Hugo Chávez (12/06/2012) como “alternativa al sistema destructivo y salvaje del capitalismo” y para “acelerar el cambio del sistema económico, trascendiendo el modelo rentista petrolero capitalista al modelo económico productivo socialista”; y entre (B) la libertad de producir y consumir para alcanzar el bienestar en una economía de mercado que reduce el peso del Estado sobre el sector productor.
La ¡ficción! (enemiga de toda doctrina) ha caracterizado al socialismo del siglo XXI venezolano, hecho que se hace evidente al ponderar (aun sin información del BCV) el “efecto visible” que emana de la revisión de un largo índice de fracasos; tal como que (i) el país volvió a ocupar en 2016 (al igual que en 2015) a nivel mundial el desprestigioso ¡primer puesto! en el Índice de Penuria (Universidad de Johns Hopkins) con 573,4 puntos (Argentina ocupó el segundo lugar con 83,8 puntos, y Brasil el tercer lugar con 75,0 puntos) habida cuenta de haber estructurado las peores condiciones económicas del mundo en materia de inflación, desempleo e interés como consecuencia de la rotunda ineficiencia de su “modelo” que adversa la iniciativa privada, hasta alcanzar la denominación del país más miserable del mundo (durante más de 10 años Venezuela se ha ubicado en los primeros lugares); al extremo que en aras de “atender” la demanda de productos básicos en un escenario de escasez, el “gobierno” instrumentó en abril 2016 los Locales de Abastecimiento y Producción recientemente “transformados” (enero 2017) en Tiendas (¿?) a las cuales debe destinarse hasta un 50% de los bienes producidos por el sector agropecuario privado y público, siendo que a dichas Tiendas solo se podrá accesar presentando obligatoriamente el Carnet de la Patria (otra humillante manipulación del pueblo por intermedio del hambre, a los fines de una obligante “adhesión” política-partidista con propósitos electorales); y (ii) en el reporte 2016 del Índice de Libertad Económica (Fraser Institute/Cedice Libertad) sustentado en 5 variables: 1. Tamaño del gobierno, 2. Sistema legal y derechos de propiedad, 3. Existencia de una moneda sana, 4. Libertad de comercio internacional, y 5. Regulaciones crediticias, laborales y de negocios; ocupamos el último puesto entre 159 países por segundo año consecutivo. De igual modo, en la compilación de fracasos se refleja un pésimo comportamiento de los principales indicadores macroeconómicos en 2016: contracción del PIB: 18,6%, inflación acumulada: 799,9%, inflación “bachaquera” de productos subsidiados: 1.150%, disminución de las importaciones: 55%, caída de las reservas internacionales: $ 5.400 millones, disponibilidad de divisas liquidas en las reservas internacionales (04/01/17) $ 1.500 millones, pérdida del poder adquisitivo: 45%.
Reflexión final: En esta suerte de “Venezuela al revés”, donde el ingreso nacional ha venido siendo empleado para el apalancamiento de una “sociedad socialista” a la luz de la aspiración chavista-madurista de construir un nuevo tejido productivo con base a un “amplio sustento público, social y colectivo de la propiedad sobre los medios de producción” (¿?), pronosticar con fundamento ortodoxo la situación de nuestra economía para finales del 2017 la cual pudiera transcurrir condicionada por un heterodoxo Plan de la Patria, seria por mucho un ejercicio intelectual ubicado en el campo de la ¡ficción económica!
De lo que si estamos plenamente convencidos, es que el rumbo hacia la hecatombe económica solo puede ser desviado en dirección a una Venezuela de progreso y bienestar cuando el pueblo pida con fuerza y enojo elecciones para expresar el deseo de frenar el avance del socialismo-comunismo. Luego de ello, y en poco tiempo, la economía será otra y ¡el país también!
Economista Jesús Alexis González
[email protected] @JesusAlexisGo10 www.pedagogiaeconomica.com
23/01/17