Venezuela, de una crisis económica a una crisis de subsistencia

POR JESÚS ALEXIS GONZÁLEZ - VENEZUELA - 30 ENE 2017, 6:15 A.M.

La economía como término proviene del idioma griego y significa “administración de una casa o familia”, mientras que  como ciencia estudia los procesos de producción, intercambio y consumo de bienes y servicios, y la palabra crisis es de origen griego: Krisis (“separar” o “decidir”) haciendo válido utilizar la expresión  crisis económica para hacer referencia a un cambio brusco o a una situación de escasez impulsada por un comportamiento negativo de las principales variables económicas; mientras que crisis de subsistencia alude a los estratos sociales que no pueden satisfacer sus necesidades básicas.

El origen del actual ambiente socio-económico catastrófico de Venezuela, debe ubicarse en la desafortunada aceptación en 1998 de la promesa electoral-populista de un “país mejor para todos” (¿?); que luego de casi dos décadas de desaciertos e improvisaciones signadas por la ansiedad de permanecer en el poder (“importando a cuentagotas” la fracasada experiencia cubana en materia económica), nos ha llevado a una condición de ¡hambre! como humillante “estrategia” para intentar dominar psicológicamente la motivación conductual de un amplio sector de la población, en pro de evitar que decidan separarse del nefasto ensayo socialista-comunista conociendo el oficialismo que más de un 90% rechaza la gestión de N. Maduro y apenas un 18% continua “soñando” con el chavismo; números que por cierto “maneja” muy bien  el ejecutivo, el cne y  el tsj (las minúsculas son intencionales).

La política económica, menta a las herramientas que puede utilizar el Estado para intervenir en procura de alcanzar (se supone) crecimiento económico, estabilidad de precios y pleno empleo en el marco  de un comportamiento favorable del Producto Interno Bruto (PIB) o renta nacional a la luz de un permanente incremento de la producción de bienes y servicios como requisito para alcanzar el bienestar nacional; razón por la cual el PIB configura  una forma de medir el valor de la actividad económica del país. Tal crecimiento económico, implica un aumento  en el valor (diferente a precio) de los bienes y servicios producidos al habérsele añadido la “energía del trabajo humano” durante su elaboración, con la consiguiente generación de nuevos empleos que propicia  una elevación en la calidad de vida de la población; al tiempo de motorizar el desarrollo económico en respuesta a una expansión de la capacidad instalada en su rol de producir  riqueza que ha de ser distribuida de forma natural a través del mercado  sin ningún tipo de sesgo político- partidista (léase p.ej. Carnet de la Patria). A tenor de ello, es de perogrullo afirmar que cuando un país experimenta desarrollo económico emerge la ¡prosperidad! por la elemental consecuencia de ampliarse el acceso a los bienes y servicios para una mayor cantidad de población; siendo así, resulta también de manifiesta obviedad indicar que el crecimiento del PIB tiene amplio efecto en la generación de (i) mayor oferta de productos en el mercado (mercancías), (i) incremento del poder adquisitivo, (i) elevación del consumo (elemento que más pesa sobre el crecimiento económico), y (i) ampliación del horizonte de bienestar habida cuenta de estarse enfrentando con eficiencia el problema económico fundamental: ¡la escasez!, teniendo como “aliados necesarios” tanto a la inversión (gasto destinado para producir más y mejor) muy especialmente la denominada inversión directa (refleja que en el extranjero existe una visión positiva de un país al largo plazo) como a la competitividad (capacidad para atraer, retener y multiplicar inversiones); todo ello en un contexto de inflación controlada en el entendido que mientras la inflación crece el PIB retrocede e igualmente perfila otros indeseables acontecimientos tales como: (1) disminuye el poder adquisitivo, (2) desincentiva la propensión al ahorro, (3) estimula el endeudamiento, (4) penaliza a las personas con ingresos fijos, (5) reduce la productividad, (6) aumenta el costo de oportunidad de mantener saldos en efectivo (el dinero en efectivo compra cada vez menos), y (7) impulsa aumentos nominales del salario que a la postre se convierten en una ilusión de “monedero lleno”, entre otros.

Desde un ángulo complementario, se hace obligante mencionar otros sucesos implícitamente presentes en toda crisis (económica o de subsistencia): (A) desaceleración, entendida como una reducción en el ritmo de avance de la economía que aunque no necesariamente se traduce en un paro de la actividad económica si afecta negativamente la renta per cápita; al tiempo de abonar en favor de la presencia de una (B) recesión en una etapa donde la economía decrece impulsando un crecimiento negativo del PIB de manera consecutiva por un mínimo de dos trimestres, periodo donde se materializa un empeoramiento de la economía que conlleva una disminución del consumo, la inversión y la producción (aumentando el desempleo). Vale destacar, que cuando la recesión está acompañada de una pronunciada inflación se configura una (C) estanflación (estancamiento económico más inflación) que de ser muy intensa y prolongada en el tiempo cede su espacio a la terrible (D) depresión observada como una profunda caída de  la actividad económica ante una fuerte disminución del PIB y una contracción de la demanda.

Ante el contexto conceptual descrito, surge una interrogante: ¿cuál sería el resultado que obtendría Venezuela si es evaluada revisando estas variables?  Pues dejemos que los números (que siempre descubren la verdad) se expresen: el país acumula once (11) trimestres consecutivos de contracción, es decir casi ¡tres (3) años! a la luz de una continua caída del PIB (2013-2016); luego de haber alcanzado un máximo histórico de crecimiento del 17,9% en 2004 y de un 5,5% en 2012 año cuando la calamidad de la patria cambia de mano al punto que la mediocridad gubernamental lo llevó hasta un 1,6% en 2013, para luego iniciar un indetenible crecimiento negativo en el 2014 de un -3,9% (no habiendo aplicado un “plan de ajuste” ante el hecho petrolero), de -7,1% en 2015 y de un -13,8% en 2016; mientras que durante 2017 continuará la tendencia por ¡cuarto año consecutivo! ante una profundización de la crisis ahora de subsistencia; a menos que……

Economista Jesús Alexis González

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